ASÍ FUI YO

RARA AVIS - Crónica de la evolución de la demencia de un ente que no quiere reconocerse como ser humano, ya que su misantropía y sentimiento de ser ajena a ellos la supera. ¿Quién saldrá victoriosa de esta tortuosa disputa por el control de la vida de la pobre joven? ¿La hipócrita que el mundo se merece o la sincera? ¿La tonta sacrificada o la harta solitaria? ¡Pasen y vean! Son bienvenidos... enjoy the damned show

II
Crónica de mi eterna espera al despertar, de la vida de Lara, una humana en un gran momento de transición, que dice odiar a la humanidad pero se ve fascinada por cada aspecto de ellos: el cuerpo, la mente, el alma... la locura, la sexualidad, la inocencia, los límites...
Huida garantizada.

martes, 10 de marzo de 2009

¿Y cómo diablos llegué hasta aquí? (versión barrial: ¿cómo mierda terminé acá?)


Muchas caras. Algunas aburridas, otras cansadísimas, tampoco faltan las expectantes. El chico de remera naranja, el de remera de Iron Maiden, la chica que se despedía de su novio. La señora de al lado mío, que miraba extrañamente, el hombre de anatomía macabra del solitario asiento de enfrente. Madera. Sin duda, es un viaje en subterráneo. Para quienes están acostumbrados: el famoso subte, claro. Me gusta viajar en subte. Generalmente viajo pensando en dilemas existenciales (puff, encima hoy tuve Filosofía, podrán imaginarse mi frenético estado en esa clase) pero no, hoy no tanto. No recuerdo bien en qué pensaba, quizás en la mañana, aunque creo haber estado más concentrada en la fisonomía de los extraños que me rodeaban. Tan concentrada que me pasé una estación. ¡Oh! Pero si cuando había mirado el plano parecían tantas estaciones hasta ahí... Mi nube de "Me siento bien porque estoy viajando sola en subte por primera vez sin demasiadas complicaciones" se... ¿nubló?... no, no... mas bien... comenzó a llover de ella. Vi un "Monumento de homenaje al Congreso" y ahí desperté de mi letargo. Comprobé que esa era la estación, me levanté y cuando me dispuse a salir... cerró la puerta. Oh. Me dije "Bueno, en la próxima estación". Pretendía bajarme ahora en esa... me levanté, pero las puertas más cercanas permanecieron cerradas. Entonces me alejé un poco, pero ya era tarde. Se me cerraron en la cara. Me apoyé contra una ¿columna? y terminé saliendo en la otra estación. Escalera mecánica. Caminé hacia adelante, por Avenida de Mayo (qué hermosos edificios que hay por ahí) y cuando me di cuenta... estaba a punto de cruzar la 9 de Julio. "¡Pará! ¿Adónde pretendés ir?".

Y seguí caminando por esa avenida, pero para la dirección contraria, con la esperanza de acercarme hacia la estación pasada. Aunque necesitaba más monedas. Los kioskeros de allí no se permiten la cortesía de cederlas, claro... y con una mezcla de mal humor y un lindo "¿Qué mierrrda hago acá?" terminé llegando a esa estación. Seguí, con la esperanza de encontrar vaya uno a saber qué y... ¡pum! El Congreso a unas cuadras. Maldita idiota que soy, si varias veces hizo un recorrido similar el colectivo que tomábamos con mis compañeros para ir al Centro... En fin, caminé con una linda sensación de libertad por la Plaza del Congreso y llegué. Ese edificio es asombroso. El clima era perfecto. Esa brisa...

Me ubiqué "como pude" por allá para tomar el colectivo que me dejaría cerca de mi barrio. Comprobé que ése fuera el lugar correcto y me quedé esperando un buen rato. Pasaron unos cuantos llenos, hasta que logré subir a uno relativamente vacío y cuando me instalé, parada en el pasillo, vi unos ojos penetrantes clavados en mi mirada, celestes (¡no correspondían a la cara!). Ahora no los recuerdo, pero eran verdaderamente muy peculiares. El resto del viaje transcurrió tranquilamente. Y al final... mi barrio, y un buen suceso. Qué lindo es contemplar la Luna, ¿no? Y entre los árboles...


La respuesta a la pregunta que titula la entrada es: por una corazonada ajena, pero no tan ajena. Sí, me las jugué y no me quejo, fue toda una aventura.


Adiós, saludos (la foto es robada)

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